jueves, 9 de febrero de 2012

CARTA A UNA MADRE



CARTA A UNA MADRE




Siempre es de agradecer que haya alguien que confíe en uno, por su honestidad y disposición a apoyar en temas humanos y espirituales.

Me alegra saber el cambio de actitud de tu hijo, intentar compartir más sus intimidades con una madre que le ama con la grandiosidad de corazón que aman las verdaderas madres, teniendo en cuenta, además, de que es padre a la vez por carencia del mismo.

Me alegro, asimismo, de que las secuelas del corazón vayan perdiendo poder ante un entusiasmo mayor sobre la vida, sobre su valoración y, en particular, sobre el reencuentro del amor universal con tu alma.

Sentir el amor dentro de si mismo es de una grandeza incalculable, es la disposición a asumir la responsabilidad, compromiso e implicación necesaria sobre la vida y su canalización.

Me alegro, también, de que tu nueva etapa de vida se libere de ataduras profesionales y se canalice hacia una tiempo mayor de dedicación a la reflexión, al ocio y al apoyo a un hijo que lo necesita y necesitará.

La riqueza que una madre obtiene con la ayuda hacia un hijo sólo lo sabe ella y el resto de madres que así lo ejercen, algo inédito en los padres, porque, por mucho que compartamos y seamos cómplices familiares, nunca podemos llegar a sentirlo.

Me siento muy feliz por tu nueva etapa que vas a vivir, porque, de alguna manera, aunque en mínimas proporciones, he colaborado en aportarte el significado de la dignidad de la vida, del valor en vivir, de la integridad familiar, de la resurrección de las miserias en virtudes y de los planteamientos sencillos, naturales y normales en las vivencias y comunicaciones diarias.

En muchas ocasiones reñimos a nuestros hijos por cosas que entendemos deben modificar, por estructuras personales, por manías, por proyecciones, por muchos planteamientos que entendemos son eficaces, atormentando sus vidas, desligándolos de su verdadera potestad, hasta que vemos un día a un niño, un adolescente sentado en una silla de ruedas, o que no ve, o que no oye, y cae nuestra mirada, porque hemos amargado a veces a un hijo, cuando ha tenido y tiene todo lo necesario para ser feliz.

Equivocaciones y errores en conductas de adultos que nos llevan a un camino complejo y complicado, cuando es mucho más fácil, mucho más sencillo, simplemente amar a nuestros hijos, apoyarlos y que se sientan amados, protegidos y libres.

Adelante, madre celestial, y sigue en ese nuevo sendero que te proporcionará momentos inolvidables, huellas cálidas y transcendentes, que impregnadas en el alma te ayudarán a seguir cumpliendo tu misión maternal y a vivir intensamente como mujer y como ser humano.

Mucha suerte, mucho ánimo y un beso, cuya energía se impregne en el corazón de tu hijo.

ÁNGEL SANZ GOENA
www.colordelalma.com

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