martes, 22 de febrero de 2011

A UNA MADRE NO OLVIDADA


A UNA MADRE NO OLVIDADA




Sabes, madre, que aquel día,
cuando tu cuerpo muerto
en ésta, nuestra Tierra yacía,
mi ser estaba contento
porque sentí que tu corazón vivía,
no el que acompaña a nuestro cuerpo
sino el que en espíritu existía.

Sabes, madre, que aún te siento,
y recuerdo cuando te sentía.
Siento tu esencia en mi pensamiento,
y mi cuerpo recibe tu alegría.

Sabes, madre, que conduces mi vida
con todo aquello que me enseñaste,
con toda tu sabiduría,
por lo que percibo en este instante,
al abrir la puerta de mi armonía.

Sabes, madre, cuánto te escribo,
y cuánto te siento desde allá arriba;
que creo tener un trozo de cielo,
del rincón donde tú vives todavía.

¡Hasta luego, madre!
Porque ya ha vivido tu proceso:
en mi corazón cuando aún vivías;
y en mi alma en tu nueva vida.




ÁNGEL SANZ GOENA
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